Quiénes Somos

Nuestra Historia

Ana María Janer Anglarill en respuesta a la solicitud del Obispo José Caixal el 29 de junio de 1859 llega a Seo de Urgell, movida por la caridad para revitalizar el servicio que el hospital en Seo de Urgell ofrecía a pobres y enfermos. En los primeros diez años el Instituto creció y se expandió por Cataluña en el servicio de caridad. Hoy nos encontramos presentes en América, Europa y África compartiendo la vida y sembrando el evangelio.

SUEÑO VIVIDO

SUEÑO VIVIDO

Pasados diez años de ardua tarea, la Casa de Misericordia disfruta de reconocimiento y valoración, no solo como centro asistencial sino también por su labor educativa. Ana María tiene ya 58 años que reflejan una vida cargada de experiencia y plena entrega a su vocación como Hermana de la Caridad.

El camino que emprendió en su adolescencia de servir a Jesús en los más pobres y desvalidos y de acompañar y formar a las nuevas compañeras en ese mismo propósito ha sido fructífero, pero Ana María viene discerniendo que, la vida religiosa femenina probada y sólida que han logrado construir, necesita de mayor autonomía interna para poder ir más allá, para vivir una caridad sin fronteras.

SUEÑO CONCRETADO

SUEÑO CONCRETADO

En 1858 el obispo de Urgell, Josep Caixal Estradé, que conocía la heroica caridad de Ana María en el campo de batalla, le pide a la Madre que se haga cargo del Hospital de la Seu d’Urgell, que requería ayuda urgente. Como respuesta a esta solicitud, Ana María, junto a Josefa Selva y María de la Concepción Descàrrega, dos postulantes, se traslada a la Seu d’Urgell el 29 de junio de 1859, donde son recibidas con alegría y gozo.

Fue muy clara en el propósito de su presencia y así se lo comunica a la junta administrativa del hospital: “hemos venido sólo por razón de caridad, no de interés”.

SUEÑO COMPARTIDO

SUEÑO COMPARTIDO

Sus primeras acciones se encaminan, por un lado, a organizar con las autoridades civiles todo lo referido a la gestión del hospital y, por otro lado, a obtener la aprobación eclesiástica de las reglas de vida de la comunidad, un sueño abonado ya en Cervera. Un mes después de su llegada a la diócesis, Ana María presenta al obispo las nuevas reglas que serán aprobadas el 24 de abril de 1860. A partir de este momento, tan esperado y necesario, nace un nuevo instituto de vida religiosa: el Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell y se gesta así el nacimiento de una nueva familia carismática: la Familia Janeriana.

En los siete años posteriores, se vivió un fecundo crecimiento del Instituto en términos de vocaciones y misión. El dinamismo comunitario y evangélico las proyecta desde el Alt Urgell hasta al Hospital de Tremp, en Lleida, y la Casa Asilo en Sant Andreu de Palomar, en Barcelona.


LEER MÁS

Seu d´Urgell - Sueños que maduran y se concretan de nuevo en camino

El camino emprendido por Ana María desde su adolescencia de servir a Jesús en los más pobres y enfermos, y de acompañar y formar a las otras compañeras en ese mismo propósito, pareciera haber llegado al lugar buscado y deseado. Forma parte de una comunidad de mujeres que no tienen conventos ni casas organizadas; que simplemente viven juntas allí donde trabajan y testimonian la misericordia de Dios.

Pero, por esa misma fidelidad evangélica, el camino de aquella comunidad debe seguir y la conduce ahora hacia la Seu d´Urgell, localidad de los Pirineos catalanes, puerta de entrada al principado de Andorra.

Es en respuesta a una llamada especial de su nuevo obispo, D. José Caixal Estradé quien, cuando en 1853 se hace cargo de su nueva sede, se encuentra con una diócesis empobrecida, y con severas carencias en la asistencia, la educación y la formación religiosa de sus fieles. Su hospital se encuentra desorganizado, con falta de presupuesto, voluntarios y reglas internas. El impulso educativo propio de ese siglo y que tiene en los ayuntamientos sus principales responsables, no llega a las zonas rurales, ni menos a las niñas. La irrupción de las ideas liberales con sus cuestionamientos directos a la fe católica y al rol social de la Iglesia tornan urgente dar impulso a una sólida formación cristiana.

Éste, a pesar de su energía y capacidad de acción, es consciente de que, solo, no puede con tales urgencias, que a la vez son sus sueños como pastor. Entonces piensa en las Hermanas de la Caridad de Cervera, a las que conoce de modo personal, no sólo por haber sido catedrático en dicha ciudad, sino también por sus visitas a los “hospitales de sangre” en la primera guerra carlista.

Con ese propósito, primero aconseja en 1857 a Francisca Viladomat -voluntaria del Hospital de la Seu d´Urgell- que se ponga en contacto con la Madre Janer y, más adelante (junio 1858), decide enviar, al Dr. José Creus para que le busque y le proponga hacerse cargo del Hospital: “Insista para que venga en calidad de superiora”, le dirá. Responder a ese ruego no es fácil. ¿Cómo quedarían el Hospital de Castelltort y la Casa de Misericordia, si las hermanas pasasen a la Seu d´Urgell? Las administraciones de ambas instituciones y el obispado de Solsona ¿lo autorizarían?

Hermanas de La Sagrada Familia de Urgell

Cuando una obra es de Dios los caminos terminan por allanarse. Después de intensas gestiones y contando con los permisos de las respectivas autoridades civiles y religiosas, Ana María Janer junto a dos postulantes, Josefa Selva y María de la Concepción Descárrega, se trasladan a la Seu d´Urgell en junio de 1859 para hacerse cargo del Hospital, confiando en Aquél que las ha puesto de nuevo en camino.

Porque no hay mero azar en el encuentro de las vidas, las voluntades y los sueños de Ana María Janer y José Caixal, sino la presencia providente Dios.

Ana María viene discerniendo que la vida religiosa femenina probada y sólida que han podido construir, necesita imperiosamente de mayor autonomía interna para poder ir más allá, para vivir una caridad sin fronteras.

El sueño dará su fruto en el origen de una nueva comunidad religiosa carismática, que con un renovado impulso evangélico y misionero que recorrerá toda la diócesis de Urgell e irá más allá de ella.

La fundación de las Hermanas de la Caridad en la Seu d´Urgell

Ana María y sus compañeras llegan a la Seu d´Urgell el 29 de junio de 1859 en medio de un recibimiento festivo y gozoso del que participaron tanto las autoridades civiles, religiosas y un gran gentío, tal y como refieren relatos de ese día. Ella es muy clara en los propósitos de su presencia allí: “sólo por razón de caridad y no interés”. Así lo expresa a las autoridades de la Junta administrativa del Hospital.

Sus primeras acciones se encaminan, por una parte, a acordar con las autoridades civiles todo lo referido al Hospital, y por otra, a obtener la aprobación eclesiástica de las reglas de vida de la comunidad, que no eran otras que las de las Hermanas de la Caridad de Cervera de 1812, surgidas del movimiento hospitalario, de Barcelona y Valls. Con ese propósito se las presenta al obispo un mes después de su llegada a la diócesis, quien las aprueba el 24 de abril de 1860.

A partir de dicha aprobación -tan necesaria y esperada- nace un nuevo instituto de vida religiosa, el de las Hermanas de la Caridad, bajo la protección de la Virgen María Inmaculada, San Vicente Paúl y San Luis Gonzaga. Ahora sí, la comunidad religiosa, sin intervención de otras autoridades, podrá recibir novicias, darles el hábito, y admitirlas a los votos; ahora sí, con una vocación y un carisma reconocidos, podrá ir a donde se necesite esa presencia misericordiosa. El nuevo instituto tendrá su sede en la Seu d´Urgell, y una superiora y maestra de novicias en la persona de la Madre Janer.

Pero, tras esa decisión fundamental, ¿qué ocurre con las otras dos comunidades de hermanas de la Caridad de Cervera? La comunidad de la Casa de Misericordia se unirá pronto al Instituto y será su segunda casa, mientras que la comunidad del Hospital de Castelltort terminará por separarse definitivamente.

Los siete años siguientes, y hasta un nuevo estallido de la guerra en 1868, serán de una gran fecundidad para el nuevo Instituto en términos de vocaciones y misión.

Un número considerable de jóvenes solicita su ingreso a la vida religiosa, por lo que se hace necesario contar con un noviciado independiente de la comunidad del Hospital. En ese empeño está la Madre Janer junto al obispo Caixal, cuando la reina Isabel II les concede para ese fin el edificio del antiguo convento de Santo Domingo, que había quedado desocupado por el decreto de exclaustración. Instalado allí, se transforma en un espacio formativo fundamental: ha de preparar a las religiosas para la atención a los enfermos, y para los exámenes de titulación que ahora se exigen para ejercer como maestras. Para ello cuentan con el apoyo del Seminario Diocesano, del que es rector Salvador Busquets, antiguo párroco de Cervera y director espiritual de las hermanas en aquellos años.

Lo que está ocurriendo es que el sueño del obispo Caixal de llevar escuelas a las áreas rurales y de atender a la educación de las niñas está en marcha. Por eso no sorprende que la primera misión asumida por las hermanas después de su aprobación canónica sea reabrir el Colegio de Niñas con internado, que funcionaba en el primer piso de la Casa de la Misericordia en Cervera en 1863. Y que siguiendo ese dinamismo se creen escuelas en varias áreas rurales de la diócesis de Urgell: Oliana (1864), Bellver de Cerdanya (1865) y posteriormente en Organyà, Castellciutat y Llívia en 1866, en estrecha colaboración con los ayuntamientos locales. En ellas, las hermanas asumen la tarea de la enseñanza, no sin haberse presentado antes a concursar el cargo.

Se trata de un crecimiento que no está libre de múltiples dificultades: además de las económicas, que obligan a las hermanas a generar con sus trabajos artesanales los recursos necesarios para el mantenimiento de la comunidad y el noviciado, las derivadas de los cambios profundos que la autoridad sanitaria introduce en la vida de los hospitales, entre ellos el de la Seu d´Urgell.

Pero, a pesar de todo, se sienten sostenidas por un obispo que las alienta y acompaña en ese jugarse la vida por vivir una caridad cada vez más universal y misionera.

Vitalidad comunitaria y evangélica que las acaba llevando más allá de Urgell: al hospital de Tremp (Lleida) y a la Casa Asilo de Sant Andreu de Palomar en Barcelona; y, a través de ellos, a entrar de lleno en las complejidades y problemas sociales de una ciudad industrial atravesada por las migraciones, el desamparo, la pobreza y la explotación laboral.