Familia Janeriana

Ser Laico

Ser Laico Janeriano
Con la fuerza del carisma de Ana María, llamados a ser como la levadura que fermenta en lo escondido, paciente y silenciosamente dentro de la masa del mundo.

Con un amor apasionado, en medio de la historia que sabe ver más allá como Ana María, que se anticipa a las necesidades del mundo y sale al encuentro de las personas como hizo Jesús.

Llamados a transformar el mundo y la sociedad, comprometiéndonos con los más desprotegidos, desde un amor que se hace servicio, al modo de Ana María Janer.

Humanizando las estructuras, la cultura, la política, procurando el bien común y la justicia, en un trabajo en red junto a otros.

Entregándonos, para que todos tengan vida y VIDA EN ABUNDANCIA, en un mundo para todos, fraternos y sin fronteras.




En un mundo complejo, herido, lleno de contradicciones; el Señor, nos llama de modo particular a los laicos janerianos, a transformar el mundo y la sociedad, comprometiéndonos con los más desprotegidos, desde un amor que se hace servicio, al modo de Ana María Janer; humanizando las estructuras, la cultura, la política, procurando el bien común y la justicia, trabajando en red junto a otros, para que todos tengan vida y VIDA EN ABUNDANCIA en un mundo para todos, fraternos y sin fronteras.

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La vocación laical: ser amor apasionado en medio de la historia

El laico es quién a través de su compromiso en el trabajo, la familia, la sociedad y la vida política, el mundo de la cultura, los diseños éticos que rigen una vida social, recibe la llamada particular del Señor de colaborar desde la caridad en la humanización de las estructuras, descubriendo la presencia de Dios y ofreciendo caminos de paz, justicia, fraternidad.

El bien común, es un elemento propio del compromiso laical. No porque los demás ministerios de la Iglesia no se comprometan con ello o no estén llamados a ello, al contrario; pero el compromiso desde el corazón de las estructuras es propio del laico/laica que vive en cada una de ellas con pasión a través de su profesión, de su actividad cotidiana, de su núcleo familiar en dónde Jesús se hace presente.

Los carismas,-los dones-, derivan de la Gracia del Señor, de su don de amor y, están orientados a la comunidad. Es la acción del Espíritu en la historia de los hombres y mujeres, es la memoria siempre viva en la historia de la misericordia, la caridad y la presencia de Jesús salvador en medio nuestro.

El carisma de la madre Janer tiene seis pinceladas características que lo hacen particular en su experiencia vital, en su modo de vivir el Evangelio y en su compromiso con la realidad y la vivencia de la caridad:
La universalidad del amor.
La identificación con el hermano/hermana y su situación
El compromiso preferencial por el vulnerable, herido, desprotegido, abandonado, olvidado.
El estar atentos al bien común, que a nadie falte lo necesario.
El estilo de estar y amar que se orienta a ser pacientes, fieles aún en la contradicción y dificultad y misericordiosos -con entrañas amorosas como una madre con sus hijos-.
La capacidad de trabajar junto a otros, sinodalmente, construyendo comunidades fraternas.

Esta forma en la que Ana María vive su seguimiento a Jesús y su amor a los hermanos es la manera como ella comprende el Evangelio. Y sentirse llamados/llamadas a ser parte de esta fuerza carismática nos indica una particular forma de hacernos a Jesús, un modo personal y comunitario de identificarse, de hacer propio el Evangelio.

Ana María se acerca de forma maternal, acoge en su corazón, como Jesús.
Evita el juicio previo: se acerca libremente y sin invadir allí donde hay necesidad, donde alguien sufre.
Tiene un modo operante, activo que sale al encuentro ofreciendo hospitalidad. Busca una respuesta, se compromete con ella.
No esquiva las situaciones de conflicto, no se retira por miedo, porque sabe que la esperanza es la brújula del seguidor de Jesús. No cree que algo sea imposible, busca el cómo y allí permanece.
Sabe diferenciar si una situación es justa o hay intereses que ya no se vinculan con el amor gratuito, amable, sin interés, con la construcción positiva.
Cree que Jesús es el Señor de la historia y Él es el que salva. Se sabe instrumento y se compromete desde allí.
La misión es su fuerza, con el corazón en el Evangelio.